11 noviembre 2006

la pesadilla del pasajero

Cierta noche, mientras el Pasajero descansaba de un día agotador, despertó de madrugada, sobresaltado y atemorizado por la pesadilla diabólica que había tenido; se quedó sentado sobre su lecho mientras se reponía del terrible sueño. Parecía que la mente estuviera decidida a cerrarle el acceso al sendero oculto que trataba de encontrar.

La lucha interior era cada vez más insoportable, pero no le quedaba otro recurso que continuar para no caer en las garras del poder negativo que constantemente le acosaba.

Al no poder conciliar el sueño, decidió leer a Kabir. Mientras devoraba el libro, se daba cuenta de la hermosa relación que existía entre el Maestro y el discípulo.

¡Cuánto tarda Aquel que ha de enseñarme los secretos de la existencia! Me gustaría caminar a su lado y seguir humildemente sus pasos por este mundo. Me llenaría de gozo, estar simplemente escuchando sus palabras llenas de sabiduría y esperanza. Mi alma saltaría alborozada al contemplar su hermoso rostro. Mis ojos quedarían clavados en los suyos, y el intercambio de amor sería infinito. Mi corazón brincaría de alegría, observando su apacible figura. Mis manos quedarían impregnadas de la fragancia eterna, al tocar su santo cuerpo. Mis pupilas se ensancharían para percibir su radiante luz. Mis labios beberían de la fuente de ambrosia que mana de sus pies de loto.

No me gustaría irme de este mundo sin haber encontrado sus huellas y seguirle la pista para que me diese sus bendiciones. ¡No te preocupes corazón mío, que no descansaremos hasta hallar su paradero porque intuyo que, en alguna parte de este planeta, las sandalias del pescador de hombres están pisando, actualmente, esta tierra atormentada y sumida en la tristeza! Presiento, que no está lejano el día en que por fin encontraré reposo.

La estancia se llenó de un silencio apacible y una presencia luminosa inundaba la habitación, mientras Pasajero se sentía desbordado interiormente. Se sumió en un profundo sueño, protegido por la resplandeciente aparición. En su plácido reposo tuvo una visión, y alguien, que no podía identificar, le narraba una historia fascinante:

“Cierto día, inolvidable para mí, me encontraba tumbado en la playa, escuchando el sonido de las olas acariciando la orilla, y, sintiendo cómo el mar me acogía en sus entrañas sonoras, me sumergí en ese deleite cósmico.

“Cuando reaccioné estaba rodeado de estrellas que me daban la bienvenida a su mundo; cada una tan sola, pero a la vez tan radiante, que hacían sentirme orgulloso de estar presente en esa ceremonia interestelar. Me vi poseído por un sentimiento de magnanimidad y tuve que abandonarme a mi condición de ser humano. Lo único que podía hacer era: ver, contemplar y sentir cómo la vida, el Universo entero, me seducía con su encanto y armonía celestial. Arropado en su manto plateado, las estrellas, querían llevarme hacia lo inaccesible. Al instante empecé a sentir, de una manera tierna y dulce, que pertenecía a otra casta, a otro credo y a otra especie; en definitiva, volví a experimentar sencillez y pureza.

“Con el despertar del Sol, toda forma viviente cobraba realidad. Los pájaros me daban la bienvenida a su mundo, emitiendo sonidos deleitables a mis oídos. La majestuosidad de las montañas hacía que sus valles llenaran de grandeza mi corazón, los ríos abrazaban humildemente todos los obstáculos que aparecían a su paso, firme y decido, hacia el mar, buscando su origen y procedencia. No les importaban ni el tiempo ni la distancia, siempre constantes y tenaces, fluyendo entre las orillas cambiantes. El viento suave acariciaba mi rostro, besándome en las mejillas.

“¡Cómo poder describir tanta perfección y belleza! Parecía que el secreto de la Creación estuviera revelándose ante mí. Tenía la impresión de que alguien iba descifrándome todo el misterio escondido en cada acto de la Naturaleza.

“Me sentía perplejo, impasible, atónito y lleno de esperanzas porque, al fin, podía percibir que un ser como yo, tan pequeño, era a la vez grandioso. ¿Quién habitaba en mí, que podía ser consciente del milagro de la vida? ¿Quién era ese personaje que tenía la capacidad de captar toda la belleza escondida tras los párpados de mi ignorancia? ¿Quién podría ser yo para que la Naturaleza se tomara tanta paciencia en colocar el perfume y el color en cada flor, el azul en el cielo, y la combinación de colores en el arco iris? Toda esta obra de arte manifestada para mí en especial; para que pudiera sentir, gustar, oler, ver y tocar tan delicada creación.

“En la actualidad me siento un poco perplejo y decepcionado ante el mundo que hemos hecho los mayores. Me hubiera gustado haber parado el reloj del tiempo, con aquel sentimiento, con aquella experiencia de omnipresencia.

“Ahora veo a un hombre lleno de odio y predispuesto a hacer la guerra con el fin de conseguir la paz. Observo a un ser de fronteras y visados, perdido en la masa callejera, sin propósitos, gritando desde su corazón y deseando ser encontrado por alguien. Contemplo con asombro a los niños hechos hombres por las guerras. También se manifiesta ante mí la miseria de este mundo, y me pregunto: ¿Por qué no dejamos que los niños nos digan cómo debemos vivir y comportarnos los seres humanos?

“Ya no miro las estrellas ni las puestas de sol. Tampoco escucho cómo me hablan los pájaros. El viento pasa de largo cuando me ve. La lluvia ya no quiere mojarme porque me enfurezco. El río fluye más raudo cuando me acerco a él. Las estrellas se apagan en la noche porque se avergüenzan de mí. Las estaciones cambian su curso porque han perdido la alegría de manifestarse...

“¿Cuándo el hombre volverá a ser niño? ¿Cuándo podremos mirarnos con amor? ¿Cuándo despertaremos con la alegría de un nuevo día? ¿Cuándo se saciará la sed de justicia en este mundo?”

Querido Amigo: anoche soñaba que era niño. En mí sueño pude ver cómo una mano liberaba a un pajarito de su cárcel, y volaba libre, surcando los espacios. En su volar iba diciendo a todos sus hermanitos que propagasen el mensaje de que el hombre volvía a ser niño, porque ya estaba cansado de jugar a ser mayor.

Toda la Creación se engalanó para el festejo: los árboles agitaban sus ramas, bailando de alegría; las flores se vistieron con sus mejores atuendos; los pájaros trazaban formaciones acrobáticas, llenos de vitalidad; los ruiseñores entonaban sus mejores cánticos; los manantiales brotaban más cristalinos; las nubes derramaban lágrimas de felicidad; el cielo, con su capa azul, abrazaba, amorosamente a toda la Tierra; las estrellas reían con su eterno titilar; en definitiva: toda la Naturaleza estaba alborozada.

El hombre, como corona de la Creación empezaba a ser consciente y a disfrutar de su lugar privilegiado en el Universo; ya no habría más necesidad de soñar, porque el sueño se había hecho realidad.

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